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Vivienda
colectiva de la modernidad en México
Salvador Lizárraga
Sánchez
lizarragasalvador@gmail.com
Un Cadillac
para cada mexicano.
Frase atribuida a Miguel Alemán |
Enrique X. de
Anda Alanís, Vivienda
colectiva de
la modernidad
en México.
Los multifamiliares
durante el periodo
presidencial
de Miguel Alemán
(1946-1952), México,
Instituto de
Investigaciones
Estéticas,
UNAM, 208, 382
pp. |
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El libro titulado Vivienda colectiva
de la modernidad en México. Los multifamiliares
durante el periodo presidencial de Miguel Alemán
(1946-1952), del arquitecto e historiador del arte
Enrique X. de Anda Alanís, analiza, en el contexto
de la política de modernización de la posguerra
mexicana, el surgimiento y desarrollo de un género
arquitectónico que representa un modelo dentro
del movimiento de la arquitectura moderna: los conjuntos
de vivienda colectiva en México, denominados multifamiliares.
Como
lo señala Jorge Francisco Liernur en el prólogo
de la obra, uno de los principales méritos de la investigación
de De Anda Alanís es haber abordado el tema con una
profundidad y amplitud que rara vez se encuentran en los
estudios sobre la vivienda colectiva. Liernur también
destaca la variedad de perspectivas y enfoques contenidos
en el volumen para abordar los llamados multifamiliares,
que van desde el análisis de los proyectos, las estrategias
urbanísticas, la observación de los autores
y actores involucrados, la legislación y los cambios
de mentalidad doméstica durante el lapso estudiado.
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En
torno a los productos arquitectónicos
del proceso de modernización y “metropolización” de
las ciudades, las variadas experiencias
en la construcción de viviendas colectivas –existieron
muchas y de muchos tipos en la historia
de la arquitectura moderna– buscaron
durante el alemanismo dar respuesta a la
imperiosa necesidad de dar habitación
a miles de familias que la propia urbanización
y la vida moderna dentro de las grandes
ciudades generaron. Se buscaba dar respuesta
a la abundante e ininterrumpida migración
del campo a la ciudad, ya sea como solución
a las demandas obreras o, más tarde,
a la de los trabajadores “de cuello
blanco”, de las instituciones del
gobierno y las empresas dedicadas a proveer
servicios. Estos últimos –los
trabajadores de “cuello blanco”– serán
los sujetos a quienes estarán dirigidos
los esfuerzos del gobierno alemanista en
la construcción de los multifamiliares,
obligado a satisfacer las demandas sociales
planteadas desde el inicio de los movimientos
sociales de la segunda década del
siglo XX, e incluso a los de antes.
La
investigación de De Anda llena importantes
vacíos historiográficos al
analizar y situar un género arquitectónico
y un periodo de la historia muy importantes
para la arquitectura moderna en México,
así como para entender un fragmento
indispensable de nuestra historia política
que, hasta la fecha, no había sido
suficientemente analizado desde el punto
de vista de la arquitectura y la historia
del arte.
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Por
ejemplo, el Congreso de Planificación y Urbanismo de 1938, momento
clave para el desarrollo, el futuro de la arquitectura y el urbanismo
funcionalistas, sólo había sido descrito desde una perspectiva
mítica o ideal, pero nunca corroborada a partir de documentos
y con base en una metodología historiográfica cuyo objetivo
(político) no fuera exclusivamente justificar una ideología
partidaria y gubernamental predominante, excluyente y llena de contradicciones.
Asimismo, la siempre enigmática participación de Hannes
Meyer en el contexto arquitectónico mexicano es observada y analizada,
por vez primera, por un crítico mexicano a través de una –ansiada– nueva
mirada, que no incurre en el error de petrificarse en los mismos lugares
comunes con los cuales nuestra inflexible historia de la arquitectura
mexicana ha ubicado acríticamente a este gran maestro suizo.
La concienzuda
indagación de Enrique X. de Anda está construida de manera
que deja abiertas las explicaciones de la arquitectura moderna y los
multifamiliares a otras interpretaciones posibles y señala nuevas
líneas de investigación. Es decir, el análisis
no se asume como definitivo o cerrado a nuevas interpretaciones. Y es
que el investigador maneja información de primera mano y abre
nuevas posibilidades de estudio al sacar a la luz datos y acontecimientos
novedosos. En este sentido, en lo que se refiere a la aceptación
o rechazo del funcionalismo, el debate en torno a edificios de altura
y los proyectos de ciudades obreras con casas para una familia es, como
lo explica el autor, el reflejo de otro debate más amplio a nivel
político: entre un proyecto de gobierno de capitalismo puro,
de especulación inmobiliaria, o bien, un gobierno de carácter
socialista y de apoyo al proletariado.
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Como
en otros de sus trabajos, De Anda echa mano de fuentes distintas a las
de la historiografía de la arquitectura mexicana tradicional.
Así, no es casual que el análisis se inicie con el cine
mexicano de la década de los años cuarenta. Las películas,
como la arquitectura, son un sistema de representación en movimiento
de una sociedad particular, en un momento histórico dado. Ambas
manifestaciones comparten esta característica. Podríamos
decir que por primera vez se entrelazan el cine y la arquitectura para
dibujar un contexto que trata de entender la mentalidad de la época.
Constatar el cambio en el cine mexicano de las temáticas de épicas
indígenas o anécdotas rancheras a los temas urbanos, e
incluso aquellos donde el personaje principal era la propia ciudad,
nos ofrece claves indispensables para entender el gran impulso modernizador
característico de este periodo. Dicha investigación especializada
resulta indispensable para completar –o en su caso modificar– las
reconstrucciones mentales de la Ciudad de México de la década
de los años cuarenta que hasta la fecha nos son familiares.
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Si bien en algún
momento de la lectura se echa de menos una posible causalidad aún más
directa entre las imágenes del cine y las concepciones sobre la arquitectura
de los multifamiliares, es posible construir, con la descripción misma
de los conjuntos urbanos, una idea bastante completa sobre la percepción
de una arquitectura ajena y extraña para la mayoría de sus habitantes,
que provenían del entorno rural, de pueblos o de ciudades más pequeñas
y distantes.
El autor aprovecha los temas de estudio para el análisis de sucesos poco
conocidos o poco estudiados como lo son el proyecto Transición presentado
por Juan O’Gorman al concurso para la vivienda obrera de 1933 (del cual
fue descalificado), y el proyecto no ejecutado del conjunto de vivienda colectiva
en Lomas de Becerra de Hannes Meyer. Es decir, la indagación también
sirve de pretexto para revisar variados aspectos de la historia de la arquitectura
moderna en general.
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En este sentido,
se ha considerado que la figura de Hannes Meyer fue poco influyente en
la arquitectura mexicana. De Anda reconstruye la continuidad de sus ideas
durante su paso por la Secretaría del Trabajo y Previsión
Social, al analizar cómo “en la trama de las relaciones entre
proyectos políticos y sociales se construyeron parte de los principios
que dieron forma a los multifamiliares mexicanos”.
El proyecto de Meyer se salía de lo puramente técnico
y los factores psicológicos eran parte del diseño, como
lo explica De Anda: “lo que en la Republica de Weimar (1919-1933)
tenía una justificación vital y progresiva no puede volverse
a cumplir literalmente en la realidad mexicana en el umbral del segundo
plan sexenal”. Asimismo, establece una continuidad desde el proyecto
Transición, la propuesta de la Unión de Arquitectos en
Lucha por el Socialismo de 1938 y el proyecto de Lomas de Becerra que
desemboca en la creación de los grandes complejos arquitectónicos
multifamiliares que son el resultado de esta larga serie de experiencias.
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Los periodos presidenciales de Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán
Valdés, en el contexto de partido hegemónico que vivió México
durante la mayor parte del siglo XX, buscaron la modernización
del país en todos los ámbitos, en especial el de las instituciones
(que representaban una indispensable imagen de Estado fuerte y ordenado)
y de las ciudades, todo ello con el objetivo de construir un liderazgo
en el continente americano y de ejercer el control político. La
arquitectura jugó en estos contexto y periodo un papel preponderante,
como pocas veces se ha visto en la historia moderna del país,
con una relación estrecha con el Estado: “la arquitectura
ocupó un sitio específico en la construcción de
la modernidad que constantemente apareció tanto en el discurso
del gobierno como en el imaginario social”.
Los multifamiliares se construyeron en beneficio de ciertos sectores
sociales, claramente definidos e identificados, miembros afiliados al
partido político en el poder o a grupos sindicales cooptados por
el mismo. Los gobiernos que los promovieron se apartaron de la vocación
socialista (de izquierda), consolidaron el corporativismo y, a pesar
del discurso, dirigieron el país hacia el capitalismo que es la
base de la inmensa desigualdad patente desde entonces en nuestra sociedad.
Inserción en Imágenes: 10.12.09.
Foto de portal: Juan O’Gorman, La Ciudad de México,
1947, temple sobre mazonite. Colección INBA. Museo
de Arte Moderno.
Foto: Elisa Vargaslugo.
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