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Dos obras de la compañía
Conny Janssen Danst
Alberto Dallal*
dallal@servidor.unam.mx
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De
las compañías y grupos de danza que recientemente
ofrecieron funciones en la Universidad de York durante la
reunión de la Alianza Mundial de la Danza (WDA),
en Toronto, Canadá, destacó la actuación
de la compañía de Conny Janssen Danst de Holanda.
Establecida en Rotterdam en 1992 por la propia Janssen y
por Win Visser, el conjunto se convirtió rápidamente
es uno de las más destacados grupos de danza contemporánea
de Europa, principalmente, por su intensidad y tendencia
emocional, combinada con la habilidad y el dominio técnicos
de sus integrantes. Después de realizar exitosas
giras por Estados Unidos y algunos países de Europa,
Janssen Danst ha llamado la atención por el dominio
de coreografías limpias y expresivas, llevando hasta
sus últimas consecuencias espaciales la nitidez de
los trazos y evoluciones, movimientos y geometrías
escénicas, circunstancias que las tendencias del
danza-teatro actuales han tendido a negar paulatinamente
en todo el mundo. En Toronto pudimos observar y gozar Perdidos (un
dueto), con música de a. o. György Kurtág
y Hildegard von Binger. El vocabulario de movimientos de
esta pieza nos sorprende porque constituye una vuelta a
establecer el justo equilibrio entre la danza pura y la
exposición dramática de las relaciones humanas;
en las obras de Janssen hay situaciones, imágenes
y no anécdotas, aun cuando las secuencias en el escenario
nos hace involucrarnos en “episodios” narrativos.
Surgen y se desenvuelven aspectos meramente teatrales en
los rostros pero sobre todo en los cuerpos de los bailarines.
Los espectadores, ante esta muestra del lenguaje corporal
que extrae de los propios cuerpos la dosis exacta de dramaticidad,
parecen involucrarse y gozar sobre todo la fuerza meramente
emocional que queda expuesta mediante los dibujos coreográficos;
la danza y sus objetivos brotan del ser interno de cada
bailarín. En una danza complementaria denominada Trío pudimos
apreciar y completar, entender, ese “estilo Janssen” que
sin pretensiones alegóricas nos retrotrae a la plena
inspiración coreográfica, manifiesta sin subterfugios
en la vivacidad y el entusiasmo con los que los propios
bailarines (Kevin Polak, Yanaika Holle, Amina Husberg, Martijn
Kappers) disfrutan ante los ojos de un público agradecido.
En las dos obras existe dominio y fascinación ante
las imágenes trazadas por la coreógrafa y
el desarrollo de cada pieza establece un mapa extremadamente
limpio de poses, movimientos, actitudes, simbiosis afectivas
que culminan en una fuerza histriónica que hace gala
de la vigencia, en el ininterrumpido arte de la danza, de
las estructuras al mismo tiempo ancestrales y contemporáneas
de este arte primigenio. La combinación de modernidad
y claridad, nos indica Janssen en estas obras, resulta la
base, la fórmula, el apoyo para salvaguardar la trascendencia
histórica del arte de la danza a través del
tiempo.
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