Mesa de sacristía*
Gustavo Curiel **
curielm@servidor.unam.mx
Anónimo.
Mesa.
Ciudad de Puebla, México.
1761.
Madera tallada, dorada y policromada.
199 cm. diámetro.
Inscripción en los tramos bajos que unen las patas: “A
devoción de Aragón y de su esposa doña
Antonia Paulina Monfort. Amartelados esclavos de la Santísima
Señora de Ocotlán. A quien la donan ésta,
y son vecinos de la ciudad de los Ángeles. Año
de 1761”. La leyenda se ha modernizado y se desataron
las abreviaturas. Versión paleográfica de Norma
Fernández Quintero y Gustavo Curiel.
Referencias publicadas
Jaime Ortiz Lajous, “Table”, “No. 160”, en Mexico,
Splendors of Thirty Centuries, New York, The Metropolitan Museum of Art,
1990, pp. 380-381.
Exhibiciones
Nueva York y Ciudad de México. Mexico, Splendors of Thirty
Centuries, The Metropolitan Museum of Art, Ex colegio de San Ildefonso,
1990.
Tal y como
se expresa en la inscripción, este mueble fue una donación
del matrimonio Aragón-Monfort a la Virgen de Ocotlán de
Tlaxcala. Fue común que los ricos novohispanos donaran a las
iglesias muebles y otros muchos objetos del ajuar litúrgico;
de esta manera los donantes obtenían prestigio social, a la vez
que quedaba de manifiesto su munificencia para con el ámbito
religioso.
Jaime Ortiz Lajous
ha propuesto –basándose en una mala lectura que hizo de la mencionada
inscripción– que la mesa fue elaborada en la ciudad de Puebla,
hecho que no queda consignado en la inscripción, pero que bien pudo
suceder, dada la alta calidad del mueble, y que los donantes eran vecinos de
esa ciudad. Puebla de los Ángeles se distinguió por la hechura
de muebles de primera línea. Ahora bien, los esclavos que mencionan
Ortiz Lajous de ninguna manera son los artesanos que hicieron la mesa, como
supone este autor, sino el mismo matrimonio que donó este mueble a la
Virgen de Ocotlán. Aragón y su esposa Antonia Paulina se declaran
en la inscripción “amartelados esclavos” de la Virgen; en
otras palabras, “amantes sirvientes”, o amorosos esclavos, de la
referida imagen mariana de Ocotlán, Tlaxcala. Cabe resaltar que tampoco
aparecen elementos idolátricos de raigambre prehispánica en este
mueble como plantea el citado autor. La mesa presenta exuberante decoración,
sobre todo en los faldones y las ocho patas, donde se alojan figuras de simios
negros que han sido aherrojados por la cintura al través de un roleo
de follaje ondulante que los aprisiona y somete, en forma de un anillo foliado.
Estas figuras de animales simbolizan –según la tradición
judeocristiana–, al pecado; los simios son, pues, alusiones al pecado
carnal que ha sido domeñado, puesto que no aparecen en libertad. (Ortiz
Lajous los relaciona erróneamente con la felicidad.) De esta manera,
el pecado de la lascivia ha sido sometido al quedar atado. En el faldón
superior del mueble hay representaciones de veneras que aluden, claramente,
a la salvación, vía las aguas del bautismo. Otra de las propuestas
de Ortiz Lajous que puede ser discutida es que en las patas de la mesa –afirma– aparecen
figuras de tlacuaches, animales de múltiples cargas significantes,
que él relaciona con el pecado de la gula. Esto es posible, ya que en
el arte barroco la figura de este animal ha sido detectada. Los significados
de este pequeño animal cambiaron y se reelaboraron con el paso del tiempo.
Sin embargo, también puede tratarse de animales fantásticos,
propios del repertorio del grutesco, que el barroco retomó en más
de una ocasión. Si se trata de tlacuaches, los simios malignos
se posan sobre las lenguas fitomorfas de estos animales, pudiéndose
completar un mensaje didáctico en el que los pecados de la gula y la
lascivia han sido sometidos.
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Inserción en Imágenes: 25.01.08.
Fotos de portal: Iglesia de la Virgen de Ocotlán de Tlaxcala.
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