Recuerdo de Rosa Reyna
Alberto Dallal
dallal@servidor.unam.mx
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El grupo de bailarines que desató el Movimiento
Mexicano de Danza Moderna (1940-1965) tuvo talentosos
y creativos protagonistas, especialmente mujeres. Destacaron
algunos personajes por su simultáneo papel profesional
pues se convirtieron en bailarines, coreógrafos,
maestros, directores o administradores y asimismo investigadores.
Este es el caso de Rosa Reyna quien, nacida el 26 de agosto
de 1924, ingresó entre 1932 y 1934 en la Escuela
Nacional de Danza y se capacitó en la técnica
clásica hasta los quince años de edad; tan
temprano como 1939 ingresa como bailarina de Anna Sokolow
en La Paloma Azul, grupo que se organiza para aplicar
en temas, música y guiones coreográficos
el tema mexicano, bajo la égida de la técnica “moderna” que
Sokolow había forjado a partir de su participación
en la compañía de Martha Graham. “Anna
tenía conceptos muy estrictos. Debía una
respetar totalmente a la danza. Exigía concentración
mental para lograr la expresión y asimismo el control
corporal. A Anna le interesaba el contenido de sus danzas
y no el virtuosismo de los bailarines.”
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Al fundarse la Academia de la Danza Mexicana en 1948,
Rosa Reyna ingresa como bailarina, siempre en disposición
de las compañías forjadas al amparo de
la institución y allí mismo destaca como
maestra hasta 1978. A lo largo de su extensa carrera
recibió clases de, entre otros maestros, Anna
Sokolow, Sergio Unger, Nelsy Dambré, Nini Theilade,
Cinthya Richeliu, Adolf Bolm, Xavier Francis, Gene McDonald,
Merce Cunningham, James Smith, Teodoro Velasco, Jesús
Durán, Mary Anthony, Alejandro Jodorowsky, Michel
Lland y Yúriko Kikuchi, es decir, una rica entremezcla
de vías de capacitación que su bello cuerpo
asimiló productivamente, haciéndola destacar
en una danza en el escenario, la de la época,
de tipo narrativo, mexicanista y, como lo fue coreográficamente
Sokolow, expresionista.
Como
puede apreciarse, su prestancia como bailarina fue siempre
de la mano de la preparación de su cuerpo al introducirlo
en las más variadas técnicas que el eclecticismo
de la época proveía, eclecticismo que resultó fundamental
para la culminación del Movimiento Mexicano de
Danza Moderna.
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Rosa Reyna tomó parte en el famoso viaje de presentaciones
que las figuras de la danza moderna mexicana realizó en
1957 por Asia y Europa con la compañía que
para el efecto se formó con el nombre de Ballet
Contemporáneo de México. Durante su carrera,
Reyna estuvo al frente del Ballet Mexicano, Ballet Mexicano
Contemporáneo de la OPIC, Ballet Concierto de México
(directora artística), Ballet Folklórico
de El Salvador y Ballet Contemporáneo. Durante
las visitas de la compañía de José Limón
a México (atraído el coreógrafo y
bailarín norteamericano por el auge ya evidente
del Movimiento, invitado por Miguel Covarrubias) Rosa
Reyna coadyuvó al maestro en el buen desempeño
de sus coreografías y, como casi todos los miembros
de la danza mexicana de la época, participó en
las danzas de Limón y experimentó los logros
de Tonanzintla y el fracaso artístico
de Los cuatro soles, coreografía multitudinaria
de Limón referida al tema prehispánico.
“Anna
comenzó a entrenarnos con la técnica Graham
pero después nos aplicó la técnica
del ballet en la barra y dejó la Graham
en el manejo del centro y el piso. Posteriormente sólo
hacíamos ejercicios de calentamiento con los movimientos
que ya eran de las coreografías. En realidad muchas
de nosotras nos formamos con Zybine, que fue un maestro
extraordinario que no hallé después sino
en Miche Lland… Limón era un gran creador
pero que aprovechaba la técnica que tenían
los cuerpos de los bailarines: en realidad Limón
tomaba algunas rutinas como práctica cotidiana
para ejercitar el cuerpo…”
Rosa Reyna ubicó con precisión el advenimiento
de Xavier Francis y su incursión en suelo y danza
mexicanos: “Xavier era muy creativo en sus combinaciones
de clase y poseía, sobre todo, una fuerte disciplina.
Todo esto le dio buenos resultados. Él vino a México
porque ya tenía conocimiento del movimiento de
danza aquí y porque andaba desubicado, tal vez
por opresión a su raza, en Nueva York. Aquí su
trabajo nos sirvió mucho y, sobre todo, a él
porque aquí experimentábamos una gran libertad
de expresión…”
Sus
trabajos como coreógrafa se distinguieron por su
buena estructuración y por la inclusión
del tema mexicano como base creativa: Suite (1949), La
Manda (1951), Pastillita (1951), La
hija del Yori (1952), La Anunciación (1953), Serenata (1954), Gorgonio
Esparaza (1956), La Pascola (1957), Movimiento
perpetuo (1958), Visiones fugitivas (1960), Presagios (1962), Cinco
de siete días (1966), Aquí (1972), Enlaces (1974), Otoño
de búsquedas (1976) y Evocación.
Homenaje a José Limón (1988).
Como coreógrafa,
Rosa Reyna se preparó en las enseñanzas de José Limón,
Lucas Hoving y, en Connecticut, de Louis Horst. Para hacer La Manda penetró en
un cuento de Juan Rulfo con guión de José Durand y escenografía
de José Chávez Morado. Hizo aflorar sus propias vivencias humanas
para darle dramatismo y aplicó toda su idea de que la pura técnica,
sin la interpretación del bailarín queda eso, mera técnica,
o danza fría. “Un año antes de La Manda estuve
en el trance de vivir entre la vida y la muerte y después viví la
experiencia del trío amoroso: ambas situaciones personales son la base
del tema de la obra y la música la hizo expresamente Blas Galindo…”
En 1985
recibió el homenaje Una vida en la danza. En 1993 obtuvo el Premio Guillermina
Bravo por su trayectoria artística del Festival Internacional de Danza
Contemporánea de San Luis Potosí y en 1998 recibió el
Premio José Limón. Al morir, el 13 de diciembre de 2006, era
investigadora del CENIDI-Danza.
Además
de haber sido bella protagonista de los mejores momentos de la danza moderna
mexicana, y la transición entre el Movimiento y la aparición
de la danza contemporánea, Rosa Reyna participó en varias películas
y se destacó por el enorme cuidado puesto en la estructuración
de sus obras y por su interés por establecer relaciones armónicas
y estrechas entre espacio y diseño coreográfico. Las actuales
autoridades del CONACULTA, el CENIDI-Danza y Bellas Artes le deben un merecido
homenaje a esta protagonista total del gran Movimiento, en descargo del inexplicable
descuido de las anteriores.
Inserción en Imágenes: 09.02.07.
Fotos de portal: Rosa Reyna frente a sí misma. Foto:
Archivo Alberto Dallal.
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