Josefina Lavalle
Esteban del Castillo
revista_imagenes@yahoo.com.mx
 |
El grupo de artistas que desató el
Movimiento Mexicano de Danza Moderna (1940-1960) tuvo que
dividirse los trabajos encaminados a organizar o, en su caso,
reorganizar la danza mexicana de concierto, es decir, aquella
que se realiza en los escenarios. La danza moderna surgía
en México, por una parte, como la aplicación
del programa cultural vasconcelista de los años veinte;
por la otra, como revuelta en contra de las técnicas
y los temas de la danza clásica tradicional, limitada
en sus alcances expresivos, superficial y propiciadora de
las leyendas, ambientes y lenguajes europeos y monárquicos.
Una destacada bailarina y coreógrafa, surgida de este
Movimiento en el decenio de los cuarentas tuvo en sus manos
y compartió con otros artistas mexicanos la tarea de
reorganizar la enseñanza oficial de ambos géneros,
el moderno y el clásico: Josefina Lavalle, nació en
la Ciudad de México el 29 de enero de 1926. Inició sus
estudios en la Escuela Nacional de Danza, dirigida por Nellie
Campobello, en 1937. En 1938 continuó sus estudios de
danza clásica en la Academia de Danza de Estrella Morales.
En 1939 recibió el título de bailarina y maestra
y pasó a formar parte del Ballet de Bellas Artes, grupo
de danza moderna dirigido por Waldeen, donde consolida su formación
técnica y coreográfica. Ese mismo año
colabora en el Ballet del Teatro de las Artes, subvencionado
por el Sindicato de Electricistas y, asimismo, estudia arte
dramático con Seki Sano.
A lo largo de su intensa carrera como ejecutante y coreógrafa,
asistió a los cursos de, entre otros, Estrella Morales,
Grisha Nabivach, Waldeen, José Limón, Lucas Hoving,
Anna Sokolow, Yúriko, Nelsy Dambré, Xavier Francis,
Nellie Happee. Estudió asimismo música y realizó estudios
universitarios. Colaboró en los conciertos de Sergio
Franco y Magda Montoya (1940). Fue miembro del Ballet del Teatro
de Bellas Artes (1941-1942) y del Ballet Waldeen (1946-1947).
Habiéndose Waldeen ausentado del país, su grupo
de discípulos se disgrega y Guillermina Bravo asume
la responsabilidad de mantener unido el contingente fiel a
las enseñanzas de la maestra norteamericana; Bravo,
junto con Ana Mérida, fundan el Ballet Waldeen en 1946
y lleva a cabo una memorable función en el cine Prado.
Josefina Lavalle fue miembro fundador, como bailarina y profesora,
de la Academia de la Danza Mexicana, en 1947, año en
el que la institución fue dirigida por Guilermina Bravo
y Ana Mérida. Las más destacadas componentes
de la Academia fueron la propia Lavalle, Evelia Beristáin,
Beatriz Flores, Amalia Hernández, Lin Durán,
Ricardo Silva, José Silva, Miguel Córcega, Gabriel
Houbard (primera persona encargada en México de organizar
un archivo de danza mexicana) y Abel Almazán. La institución
patrocinaba giras de trabajo e investigación de danzas
y melodías populares por la sierra del Oaxaca y el Istmo
de Tehuantepec.
 |
En
1947 Lavalle se inicia como coreógrafa profesional
con La suite provenzal, con música de Darius
Malhaud, estrenada en la primera temporada de la Academia
en el Palacio de Bellas Artes. En 1948 funda, junto con Guillermina
Bravo, el Ballet Nacional de México. Otros fundadores:
Evelia Beristáin, Amalia Hernández, Eva Robledo, Áurea
Várgas, Hermila Guerrero, Enrique Martínez
y Carlos Gahona.
A partir de 1949 y hasta 1956 Lavalle participa en las giras
del Ballet Nacional de México por el norte de la República
y junto con sus compañeros colabora con la Campaña
de Alfabetización. La compañía se presenta
en una temporada de danza en el anfiteatro Justo Sierra de
la Universidad Nacional Autónoma de México y
emprende una gira por el interior de la República en
colaboración con la Comisión Nacional de Maíz
dirigida por Gabriel Ramos Millán. Asimismo, realizó diversas
giras para la Secretaría de Recursos Hidráulicos.
En
1950 y 1951 Lavalle actúa como primera bailarina en la temporada
que ofrece la compañía de José Limón en el
Palacio de Bellas Artes y toma cursos de especialización técnica
con el coreógrafo norteamericano y con Lucas Hovin. De 1952 a
1976 trabaja como maestra de la Academia de la Danza Mexicana. En 1956
y 1957 participa como bailarina con el Ballet de México en una
gira por Cuba. Entre 1958 y 1962 funda, con Guillermo Arriaga, el Ballet
Popular de México y realiza una temporada inaugural en el teatro
de la Unidad de Santa Fe del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Ese mismo año la agrupación realiza una gira por Europa
y representa oficialmente a México en el Festival Cultural organizado
con motivo de la Feria Mundial de 1958 en Bruselas, Bélgica. Asimismo,
la compañía especial organizada con un contingente especial
de bailarines mexicanos actúa en Londres, Hungría, Polonia,
Checoslovaquia, Yugoslavia, Unión Soviética y China.
De 1959 a 1969 Lavalle dirige la Academia de la Danza Mexicana. Entre
1960 y 1963 se desempeña como primera bailarina y coreógrafa
del Ballet de Bellas Artes. Entre 1963 y 1966 funda y trabaja en el
Ballet Contemporáneo. En 1964 participa en una gira por el sur
de Estados Unidos con esta compañía. Entre 1972 y 1977
dirige nuevamente la Academia de la Danza Mexicana y asimismo dirige
el Centro de Educación Artística (Secundaria y Bachillerato
de arte) de la Secretaría de Educación Pública.
Durante el lapso también es delegada ejecutiva del Fondo Nacional
para el Desarrollo de la Danza Popular Mexicana (FONADAN), institución
que registra las más importantes danzas indígenas del
país. También coordina la sección de danza del
Colegio de Bachilleres. En 1973 el FONADAN inicia sus labores oficialmente.
Durante doce años realiza trabajos de campo y de recopilación
y registro de las diferentes danzas del país. En 1974 y hasta
1978 se desempeña como vicepresidenta para América Latina
del Congreso Internacional de la Danza, con sede en Francia bajo los
auspicios de la UNESCO. Entre las labores del FONADAN, en 1975 realiza
una gira por Rumania al frente de varios grupos indígenas, la
cual se repite en El Caribe. Entre 1978 y 1983 trabaja como asesora
del área de danza de la Coordinación de Educación
Artística del INBA y participa en la re-estructuración
del plan de estudios del CEDART. También participa en la sistematización
de los talleres libres de las Casas de la Cultura. Ingresó como
investigadora en el CENIDI-Danza en donde realizó variadas tareas
de investigación.
 |
La firme labor de Lavalle en la enseñanza y la investigación
permitió modernizar los planes de estudio y registrar un número
considerable de danzas regionales.
Es autora de los libros Módulo de danza. Guía
didáctica (INBA, 1987) y El jarabe tapatío (INBA,
1991).
Lavalle compuso, entre otras, las siguientes obras coreográficas: La
suite provenzal (1947, mús. de Darius Milhaud), El niño
y la paloma (1950), Colorines (1950), Carta a las madres del
mundo (1950), Suite mexicana (1950), Concerto (1952), La
maestra rural (1953, mús. de Carlos Jiménez Mabarak), Danza
de las fuerzas nuevas (1953, mús. de Blas Galindo), Emma Bovary (1953,
mús. de Vivaldi), 15 de septiembre (1953), Homenaje a Hidalgo (1953), Variaciones
sobre la alegría (1954), Juan Calavera (1955, mús.
de Silvestre Revueltas), Rescoldo (1956, mús. de Guillermo Noriega,
no estrenada), Preludio y fuga de Santana (1959, mús. de Bach), Interludio (1960,
mús. de Britten), Informe a una academia (1961, mús. de
Schoenberg), Danza para cinco palabras (1962, mús. de Gassman), Ferial (1962), El
Dorado (1968), Ballet de Colombia (1968), Danza para una niña
muerta (1974, mús. de Kuri Aldana), Sueño de un domingo
por la tarde en la Alameda (1987, obra estrenada en el Palacio de Bellas
Artes por la Compañía Nacional de Danza), Cantar de los vencidos (1991), Nueva
España, crepúsculo y alba (1993).
En 2002 Josefina Lavalle publicó su libro En busca de la danza moderna
mexicana. Dos ensayos (ed. Teoría y práctica del arte), dividido
en las siguientes secciones: “Los nacionalismos en la danza escénica
mexicana en la mitad del siglo XX” y “Waldeen: madre e hija de la
danza moderna mexicana”.
Lavalle rememora su incursión a la danza: “Yo debo haber entrado
al mundo bailando porque no recuerdo haberme dedicado a nada más que a
la danza. Tal vez hice otras cosas por casualidad pero por amor, por pasión
solamente he hecho y me ha hecho la danza... Tal vez a partir de los pocos meses,
a los pocos años de nacida mostré el deseo de bailar. Afortunadamente
tuve una madre y un padre que me estimularon mucho para alcanzar mi profesionalización.
Era yo desde pequeña eso que llaman ‘un estuche de monerías’:
recitaba, cantaba, bailaba. Siempre acababa por bailar. Desde los cuatro años
comencé a estudiar piano pero lo que me gustaba, mi tendencia, era bailar.
Siempre acababa por bailar lo que había tocado... En realidad me apoyaban
más para que tocara el piano y me compraban vestidos y zapatos con la
idea de convencerme para que tocara el piano. Para bailar no me estimulaban tanto.
Pero di tanta guerra y molesté tanto con ‘la bailada’ que
me llevaron a la Escuela Nacional de Danza. Mi padre se movía en los medios ‘artísticos’ e ‘intelectuales’ y
conocía muy bien al maestro Francisco Domínguez, a las Campobello
y demás. Entonces nos llevaron a mí y a mi hermana a la Escuela
de Danza. Estudié, antes que con nadie, con Linda Acosta y con Luis Felipe
Obregón. Había todo tipo de cursos: Francisco Domínguez
daba rítmica musical, técnica clásica con Linda Acosta,
el maestro Agüeros enseñaba baile español (decían que
no enseñaba jota sino jeta); Luis Felipe Obregón nos daba la clase
de ritmos o danzas regionales... Cuando ya estaba yo en la Escuela de Danza Dora
Dubi llegó a hacer recitales de ‘danza moderna’ en Bellas
Artes. Estaba sola en todo el escenario con un vestido enorme. Ella, en el centro,
se movía. Tal vez le dio clases en la Escuela a ‘las grandes’ porque
yo era de ‘las chiquitas’... Una de mis compañeras fue Blanca
Estela Pavón... No terminé los cursos porque nuestras mamás
tuvieron problemas con Nellie Campobello. Un día mi mamá decidió que
debíamos abandonar esa Escuela, se organizó una ‘junta’ y
regresamos. Posteriormente, muy pronto, volvió mi mamá a tener
dificultades y nos sacó definitivamente. Entonces me fui a tomar clases
con Estela Morales. Nos fuimos a una especie de escuela o grupo particular que
ella tenía... Allí estudiaba yo cuando recibimos un telegrama del
maestro Celestino Gorostiza en la que nos solicitaba que formáramos parte
en un Ballet de Bellas Artes que estaba por formarse. Nos dijeron que si nos
incorporábamos a esa compañía nos harían un examen
a título de suficiencia para obtener el título de maestro de danza.
Tanto mi madre como mi padre dijeron ‘nos interesa mucho’. Así entre
de lleno a la danza mexicana...”
“Llegué un
día al cuarto piso del Palacio de Bellas Artes (más tarde
fue allí la oficina del Director General). Allí ensayaba
Waldeen. Me impresionó mucho pues estaba bailando algo de Bach.
Me dije: ‘Yo aquí me quedo. Esto es lo que quiero, esto
me gusta...’ En esa reunión estuvo Silvestre Revueltas.
También Fernández Ledesma. Cuando le conté a mi
papá, dijo: ‘Estás con las mejores gentes de México.’ Así se
organizó el Ballet de Bellas Artes. Comenzamos a ensayar una serie
de obras. Waldeen bailaba, fascinada, un Bach con las Variaciones
Goldberg. Había otra obra de Hernández Moncada y otra, Procesional,
con escenografía de Julio Castellanos en la que bailábamos
sobre tarimas. Bajábamos por una escalera como personajes del
Virreinato y abajo estaban los grupos de indígenas. Se ponían
frente a frente las clases sociales. Y montamos La Coronela,
de Waldeen, nada menos que La Coronela. En la compañía
recuerdo a Guillermina Bravo, a Dina Torregrosa (La Coronela),
Ofelia Reyna, Lourdes Campos (la esposa de Martínez Domínguez
más tarde), Laura Elena Vega y otras más.”
* * *
Josefina Lavalle murió el 25 de mayo de 2009. Al día siguiente
fue despedida en el Palacio de Bellas Artes. Desde que inició, muy
pequeña, sus estudios de danza, se percató de que la danza
es, para los elegidos de este arte, un ejercicio concentrado y “para
siempre”. En todas sus acciones (como bailarina, maestra, coreógrafa,
investigadora, organizadora) es posible descubrir una virtud, que parece
brillar en ella más que en otros profesionales de la danza mexicana
ayer y hoy: las convicciones en torno a un arte social. En efecto, la “maestra Chepina” fue
leal, toda su vida, al concepto que sitúa a la danza mexicana como
una acción de y para los mexicanos. Sus enseñanzas en el
estudio y en el escenario mostraron siempre, en todo momento, algo que
ella denominó “una mística”: somos un pueblo
con características propias y nuestras expresiones, nuestros gozos,
nuestras creaciones deben ser, en principio, compartidas con nuestro pueblo.
Sus coreografías se impregnaron de esta fidelidad convertida en
certeza. En los mismos títulos de las obras puede apreciarse este
concepto. Esta energía también fluyó en sus libros,
en sus enseñanzas, en sus conceptos, en sus muestras escénicas,
en sus afectos. Lavalle defendió a toda costa la simplicidad de
un mismo lenguaje (que lo hay discursivo y lo hay dancístico), ese
saber que estamos ofreciendo, rechazando, discutiendo los mexicanos. Siempre
reorientando lo nuestro y reorientándonos, nosotros y nuestros productos
culturales. Lavalle misma explicó en su momento de qué manera
la danza nacional posee siempre raíces mexicanas pero también
vocación y alcances universales.
Inserción en Imágenes: 02.06.09
Foto de portal: Josefina Lavalle
|