De cómo prendió la semilla del rock
Octavio Ortiz Gómez*
oortizgo@yahoo.com
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1955: es una tarde de marzo aparentemente normal en esa
ciudad de Estados Unidos, salvo que hay una expectación
poco común a las afueras del cine principal de la
localidad. La experimentan jóvenes, en su mayoría
adolescentes de todos los rumbos de la ciudad, que han escuchado
que la película que se exhibe por aquellos días
presenta aspectos muy atractivos para ellos. No es usual
ver a tantos muchachos reunidos en espera de entrar en la
sala.
A
estos chicos los acompaña un aire de independencia.
Hay una algarabía poco común en el ambiente.
Al menos aquí, entre amigos, novias y novios y otras
personas de su edad, sienten que comparten algo más
que el uso de tobilleras y faldas plisadas, chamarras de nylon y
pantalones de mezclilla. Por las poses y miradas, el ir y
venir de algunos, así como por el ánimo prevaleciente,
dan la impresión de que acostumbran reunirse con frecuencia,
como si fueran alumnos de la misma escuela o asistieran a
la misma iglesia. No es que todos sean amigos –eso
se nota– sino que existe empatía entre ellos; ésa
es la atmósfera que se percibe. Quizá después
de esta reunión, hasta cierto punto espontánea,
muchos no volverán ni siquiera a coincidir en un mismo
lugar. No obstante, por el momento, tal parece que se reconocen
y se aceptan unos a otros.
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Desde hace algunos años, cuando sus padres comenzaron
a permitirles ir solos a fiestas o al cine –primero
a sus hermanos y luego a ellos–, o cuando tuvieron
las ganas suficientes de hacerlo sin el permiso de nadie,
coincidió la situación de que empezaron a tener
un dinero propio; los mayores que habían ido a la
guerra o jóvenes de las clases media y baja de otras épocas
no gozaron de algo parecido. Ahora, los procesos de urbanización
e industrialización, así como un periodo de
paz mundial, permiten a estos (nuevos) jóvenes de
mediados de los cincuentas mostrarse como nunca antes lo
habían hecho seres de su edad. Frecuentan y se apoderan
(se apropian) de sitios y diversiones donde expresan sus
inquietudes y emociones sin la preocupación de hallarse
cerca del gesto rígido y censor de los adultos. Aquí,
frente al cine, el barullo y la ocupación casi total
de la acera hacen que los transeúntes, entre la sorpresa
y el temor, prefieran cruzar la calle.
Ya
adentro de la sala, ocupada completamente, las conversaciones
y risas resultan normales en un sitio como éste, cerrado
y con mucha gente animada. Nadie se imagina
lo que vendrá después, sobre todo porque la
bulla aminora a medida que se suceden las primeras imágenes
en la pantalla.
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Da inicio la película esperada: Blackboard Jungle de
Richard Brooks, estrenada el 21 de marzo. Recordemos que
el año es 1955. Sobre las escenas iniciales de la
cinta aparecen los créditos principales. Actúan
Glenn Ford, Anne Francis y los jóvenes actores Vic
Morrow, Sidney Portier y John Hoyt, entre otros. Al comienzo
de la trama, Richard Dadier, el maestro personificado por
Ford, llega a una escuela secundaria sumida
en la indisciplina y delincuencia juveniles. El profesor
Dadier, valiente y enjundioso, de férrea vocación
magisterial, parece ser el único hombre capaz de controlar
y entender a los revoltosos adolescentes de la historia.
Al momento de su arribo, unos estudiantes bailan al compás
del rock and roll en los jardines situados entre
la reja y la fachada principal de la escuela. Bailan los
estudiantes realizando los pasos de moda, siguiendo con precisión
y vigor una pieza hoy histórica interpretada por Bill
Haley y sus Cometas: Rock Around the Clock. Por
medio de esta escena se quiere imbuir desde un principio
del tono del argumento al espectador: los adolescentes son
tan irreverentes que osan bailar en la misma escuela. La
misión del nuevo maestro (Ford) se muestra difícil
e incluso peligrosa. Pero esto ya no importa a los jóvenes
que asisten a la función: apenas terminan de identificarse
con los estudiantes de la cinta y de reaccionar ante la música
de Haley (cosa que sucede muy rápido), cuando ya están
actuando ellos mismos frenéticamente en plena sala.
La reacción de los
jóvenes que acudían a presenciar la película
era algo sin precedentes en la historia del cine. Entraban
con toda normalidad [es un decir], y se sentaban en sus
butacas esperando tranquilamente a que empezase la película,
hasta que la canción comenzaba a sonar: “One,
two, three o’clock, four o’clock rock…”,
en aquel momento, la inmensa mayoría de los chicos
se levantaba de sus asientos para bailar en los pasillos
de la sala. En más de una ocasión, se arrancaron,
literalmente, los asientos del suelo para disponer de
un mayor espacio para el baile. En algunas salas se registraron
incidentes al golpearse algunos de los asistentes con
trozos de las butacas, teniendo que ser hospitalizados.
Lo curioso es que no se golpeaban entre ellos, sino que
se golpeaban a sí mismos [bueno, es un decir;
seguramente hubo uno que otro moquete entre los más
aguerridos] (Hidalgo). |
No
debe extrañar, afirma Juan Antonio Hidalgo, que el
nuevo estilo musical, que pronto comenzó a conocerse
en todo el mundo con el nombre de rock and roll,
fuera identificado desde un principio con la delincuencia
juvenil. El rock and roll incita a la violencia
de los jóvenes, se decía. Lo cierto es que
no faltaban motivos para tal suposición. “No
había un solo cine en todo Estados Unidos, donde se
hubiera proyectado la película, que escapara a algún
tipo de incidente por pequeño que fuera. La nación
estaba asombrada, las autoridades de muchos estados prohibieron
la proyección de la cinta, y el autor de Rock
Around the Clock empezó a ser atacado desde todos
los frentes, incluyendo los púlpitos” (ibid).
El asunto de la delincuencia juvenil empezó a convertirse en un problema mundial a mediado de los cincuentas. De ahí en parte que el cine estadounidense, siempre atento a recoger y aprovechar problemáticas sociales y otros temas atractivos y de actualidad, lo haya tratado en más de un filme, entre ellos Blackboard
Jungle, película que en México fue conocida como Semilla
de maldad. La asociación que ya se establecía en aquel tiempo entre la música preferida de los adolescentes y variados actos de vandalismo, irreverencia, algarabía mayor y delincuencia indudable, todo metido en el mismo costal, fue quizá una de las causas por la que Richard Brooks presentó al inicio y al final de su cinta sobre conflictos juveniles la pieza Rock Around the Clock.
Cabe mencionar que un avance tecnológico (algo muy
característico del siglo XX) permitió que Brooks
conociera esta canción. Tal innovación consistió en
el radiorreceptor incluido en vehículos automotores. “La
idea de incorporar el tema de Haley y sus Cometas le surgió al
director Brooks después de haber concluido la filmación,
cuando la escuchó casualmente por el radio de su automóvil” (Dávalos
Orozco).
Poco más de cuatro meses tardó en llegar la
película Blackboard Jungle a México.
El biólogo, escritor y rocanrolero Federico Arana
registró el hecho de la siguiente manera:
Semilla
de maldad se
estrenó en el cine Roble el martes 2 de agosto
de 1955. Parecía estar al alcance de quienes tuvieran
cuatro pesos y la cartilla, pero he ahí que, sin
decir ni mu, al día siguiente la quitan y asestan
una cinta de la Grace: Fuego verde. Pasa septiembre
y nada. Si querías desempolvar la cartilla tenías
que ir al Arcadia a ver La torre de Nesle, de
lo contrario deberías conformarte con Atila
frente a Roma o Pan, amor y fantasía. |
Arana
recuerda también que el domingo 31 de julio
aparecieron los clásicos anuncios de cine impresos
en cartulina que invitaban a ver la película Semilla
de maldad. El escritor destaca el eslogan que acompañaba
al título de la cinta: “El drama de la juventud
descarriada”. (¡Zácatelas!) Pero eso no
es todo; entre otras de las frases incluidas en la publicidad
puede leerse que los muchachos del filme “¡Convirtieron
la escuela en una guarida de fieras!” Con expresiones
de este tipo se buscaba despertar el interés (y morbo)
del público por una película que se juzgaba “fuerte” (al
menos para ese tiempo) y donde el rock and roll apenas
tenía una mínima aparición. A la distancia,
la cinta constituye más bien un melodrama bien desarrollado
y típico de la época, ilustrativo de la moral
prevaleciente. Para los cinéfilos y los amantes del rock
and roll puede ser interesante; en el caso de los cinéfilos,
porque el filme es de los primeros en abordar, aunque desde
una moralidad muy conservadora, el problema de la delincuencia
juvenil; y en el de los segundos, porque inaugura la etapa
de diseminación internacional del rock and roll.
No hay que olvidar que ahí se presenta el primer clásico
del rock: Rock Around the Clock.
Semilla de maldad regresó a las marquesinas
de los cines mexicanos el 26 de octubre, casi tres meses
después de su estreno. En aquel entonces el periodista
y dramaturgo Rafael Solana expresó que en la película
se trataba “un interesante problema social; la readaptación
de la juventud” (Arana).
Cinco
décadas han pasado desde la aparición
de Blackboard Jungle. Basta ver esta película
para notar cuánto ha cambiado el orbe, por ejemplo,
en lo que respecta a las visiones sobre la juventud, sus
problemas, actitudes y expectativas, así como lo que
los jóvenes pueden pensar acerca de ellos mismos:
del Gregory W. Miller (Sidney Poitier) adolescente que se
regenera en Blackboard Jungle a los chicos amorales
de Kids (Larry Clark, 1995) y los muchachos psicópatas
que cazan estudiantes de una escuela secundaria
en Elephant (Gus Van Sant, 2003) hay mucha diferencia.
Lo mismo puede decirse si comparamos, por ejemplo, el Johnny
Strabler (Marlon Brando) pandillero, de moto y chamarra negra
de cuero, en la precursora The Wild One (1953),
con el Bob (Matt Dillon) drogadicto de finales de los ochentas
que al pretender escapar del mundo de las drogas duras recibe
a cambio un balazo en el abdomen y no sabe ni sabemos si
vivirá porque hasta ahí llega el drama de este Drugstore
Cowboy (Gus Van Sant, 1989).
Cine, rock and roll y
la fama de los Cometas
El rock and roll recibió del cine un fuerte
impulso para obtener su popularidad internacional. Expresiones
ambas de esa relación entre arte, tecnología
e industria, tan distintiva del siglo XX, el rock and
roll le debe a la cinematografía buena parte
de los trazos fundamentales de su imagen mundial; en gran
medida, los iconos, sonidos, ideas, actitudes e historias
en torno a esta música se delinearon y expandieron
gracias al cine. En particular, el primer éxito internacional
rocanrolero se hizo realidad una vez que la película Blackboard
Jungle (1955) de Richard Brooks comenzó a circular
por el mundo.
En
efecto, cuando Bill Haley grabó por vez primera Rock
Around the Clock en abril de 1954, la pieza pasó casi
inadvertida. El lanzamiento comercial de este sencillo era entendido
en el negocio discográfico estadounidense como síntoma
de un avance importante en la carrera musical de Haley. Bill y
sus Cometas habían dejado de trabajar ese año para
la marca Essex y pasado a formar parte de los músicos promovidos
por el sello inglés Decca Records. Con este hecho se creaban
bases para la internacionalización del grupo, luego de
que habían logrado su primer hit en Estados Unidos
con Crazy, Man, Crazy. Sin embargo, el carro de la fama
en que ya avanzaban tuvo que frenar por algunos meses debido a
los malos resultados de la primera pieza que grabaron para Decca,
es decir Rock Around the Clock. Para fortuna del grupo,
la grabación de Shake, Rattle and Roll, también
en 1954, les permitió reincorporarse al camino del éxito.
Con este cover de la pieza de Big Joe Turner
lograron situarse entre los diez primeros lugares de popularidad
(el Top Ten) del Reino Unido y Estados Unidos (Pareles
y Romanowski). Al año siguiente se relanzaría Rock
Around the Clock, sería incluida en la pista sonora
de Blackboard Jungle y llegaría al número
uno en las listas de éxitos de la Unión Americana
y las islas británicas.
Entre
1955 y 1956 Bill Haley fue el más famoso e importante
músico de rock and roll en el mundo. A partir
del citado filme de Richard Brooks fue identificado como líder
de la rebelión juvenil, si bien su reinado duró poco,
pues aparecieron cantantes más jóvenes, delgados,
sin problemas de calvicie y con imagen realmente rebelde como
Elvis Presley y Little Richard. No obstante, durante aquellos
dos años no hubo otro cantante más popular entre
los adolescentes que el buen Billy. Con su grupo actuó en
dos películas de Hollywood: Rock Around the Clock,
cinta inaugural del “genero” rocanrolero, y Don’t
Knock the Rock, una de las primeras y a la vez más
anodinas películas de rock and roll (Tobler).
Nik Cohn relata que cuando Rock Around the Clock fue exhibida en
Inglaterra en el verano de 1956, “los espectadores bailaron en los
pasillos, arrancaron los asientos del cine, se pegaron los unos a los otros
y destrozaron todo lo que cayó en sus manos. De golpe cristalizó toda
la rebelión del rock”; los Teds “perdían
los estribos”, explica el periodista, apenas aparecía en escena
Bill Haley cantando la pieza que da nombre a la película. Los Teds
o Teddy Boys, por cierto, eran los adolescentes ingleses que se vestían
según la moda eduardiana: “pantalones vaqueros muy estrechos,
zapatos puntiagudos y chaquetones tres cuartos”. En su texto de 1969
Cohn expone que el de los Teds “fue el movimiento juvenil menos atractivo
de todos los que hasta ahora se han dado. En sus riñas acababan siempre
acuchillándose con sus navajas automáticas. A consecuencia
de esto, Rock Around the Clock fue prohibida en muchas ciudades”.
Tal
parece que en Gran Bretaña los jóvenes de
las clases populares vivían en un ambiente más
violento, agresivo y angustiante, quizá también
más represivo que en Estado Unidos, el otro país
donde en ese entonces se había extendido con mayor
notoriedad el rock and roll. Recordemos que en
Europa, luego de la Segunda Guerra Mundial, la recuperación
económica había sido más lenta. Con
las nuevas actitudes juveniles y los actos delictivos y
enfrentamientos sin precedente entre pandillas de adolescentes
(incluso marcados por la sangre y la muerte), la sociedad
centró su atención en la juventud como no
había sucedido antes. Según Cohn, en Inglaterra
apareció por primera vez en los periódicos
el concepto de teenager, más como un medio
para promover mercancías. Además de que algunos
sectores obtuvieron beneficios económicos de la
efervescencia juvenil, “en poco tiempo todo el mundo
se consideró comprometido. Los sacerdotes ofrecieron
bienestar espiritual, los psicólogos interpretaron,
los magistrados aumentaron su rigidez, los padres se angustiaron,
[…] y el rock se convirtió en algo
importante”.
El cine llevó a la fama internacional a Bill Haley
y el cine aceleró el fin de su reinado rocanrolero
y liderazgo entre la juventud. El registro de la presencia
física del cantante en las dos películas
antes mencionadas, contrariamente a lo que se esperaba,
provocó que el público adolescente se percatara
de que su líder musical poco tenía de sedicioso
y explosivo. Las imágenes en movimiento, factor
esencial, origen de la fuerza y magia del cine, mostraron
a Haley como lo que era: un “padre de familia regordete,
demasiado tieso, difícilmente rebelde” (Pareles
y Romanowski). Esto con seguridad resultó más
evidente para los espectadores de la película Don’t
Knock the Rock, pues tuvieron la oportunidad de
compararlo con otro músico que también
intervino en la cinta, ése sí verdaderamente
prendido: Little Richard.
Los jóvenes terminaron de darse cuenta de la realidad
de Haley con el arribo de Elvis. Cruel pero cierto… e
inevitable. De todas maneras, su lugar en la historia
de la música popular comercial del siglo XX había
quedado asegurado desde 1955, sitio que empezó a
ganarse en 1951 cuando inició sus experimentos
al mezclar country y rhythm and blues.
En 1955 comenzó a escucharse por los cinco continentes Rock
Around the Clock; la era del rock and roll se
extendía por el mundo.
Referencias
Arana, Federico, 1985. Guaraches de ante azul.
Historia del rock mexicano, México, Editorial
Posada, 4 volúmenes.
Cohn, Nik, 1973. Historia de la música
pop, Madrid, Nostromo.
Dávalos Orozco, Federico, 1989. Cronología
de la industria fonográfica, Cuaderno
de Comunicación Núm. 2, México,
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales,
UNAM.
Hidalgo, Juan Antonio, 1987. La década
dorada del rock and roll, Barcelona, Edicomunicación.
Pareles, Jon y Patricia Romanowski (eds.), 1983. The
Rolling Stone Encyclopedia of Rock & Roll,
Nueva York, Rolling Stone Pressy Summit Books.
Tobler, John (ed.), 1991. Who’s Who in Rock & Roll,
Nueva York, Crescent Books.
Inserción en Imágenes: 21.03.07.
Foto de portal: Escena clásica de Glenn Ford en Blackboard
Jungle (Richard Brooks, 1955).
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