Robert J. Flaherty, Lupita Tovar y Delia Magaña
Aurelio de los Reyes
dlreyes@servidor.unam.mx
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El sábado 15 de septiembre de 1928 llegó a
México Robert J. Flaherty, el célebre autor
de Nanook of the North, película estrenada
en la Ciudad de México con el título de La
esfinge de los hielos en diciembre de 1925; y de Moana,
exhibida en marzo de 1927. Flaherty fue además codirector
de la película Sombras blancas en los mares del
sur (White Shadows of the South Sea) en la
cual actuó Raquel Torres. El cineasta estadounidense
llegó acompañado de Ernest Palmer, fotógrafo
de El séptimo cielo (The Seven Heaven,
Frank Borzage, 1927)y El ángel de la calle (Street
Angel, Frank Borzage, 1928) y de su ayudante Stanley
Little, además de G. K. Rudolph, gerente de negocios
de la Foxpara, durante dos semanas, hacer pruebas a por lo
menos cien aspirantes a “estrella cinematográfica”.
Flaherty, a su regreso de Samoa, preparó Nanook
del desierto durante los meses de julio y agosto de 1928
para ser filmada en Acoma con los indios hopi; su cuartel lo
estableció en Santa Fe, Nuevo México. La película
se canceló por un problema entre el gobernador de los
hopi y el gobierno federal, que controlaba las reservaciones
de los indios. Regresó a Hollywood y la Fox lo envió a
México para seleccionar a su nueva estrella.
Según Paul Rotha, la actriz debía interpretar
el papel central de dicha película, lo que me parece
dudoso porque el objetivo de Flaherty, al hacer cine, era captar “la
vida tal como es”, por lo que empleaba a actores de los
mismos lugares; lo demostró en Nanook y renunció a White
Shadows of the South Sea por ser una película rutinaria.
Es dudoso que buscara a una actriz mexicana para interpretar
a una india hopi. Sí tenía instrucciones sobre
el tipo de actores solicitados por la Fox pero sólo
reveló la consigna de la empresa de que fuesen mexicanos.
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Flaherty y sus colaboradores llegaron al país por
deseo de Winfield Sheehan y William Fox. El primero había
estado en México al frente de la agencia de Artistas
Unidos y conocía las dificultades del mercado mexicano; él
mismo promovió la contratación para la Fox
de Dolores Del Río para El precio de la gloria y Los
amores de Carmen. Según las instrucciones otorgadas,
las jóvenes no debían ser “ni altas ni
gordas, con un peso que no exceda de cincuenta kilos, de
una estatura no mayor de un metro setenta centímetros,
de preferencia de 16 a 18 años de edad, y no mayor
de 21, y que tengan las características de belleza,
vivacidad, talento, expresión y personalidad fotogénica
distinguida”.
Los
varones, en cambio, debían ser “altos y corpulentos
con peso aproximado de ochenta a noventa kilos y de estatura
cercana a un metro ochenta centímetros, no mayores
de 25 años […]; de personalidad atrayente,
hermosura varonil, aspecto interesante y modales de apariencia
distinguidos y que presumiblemente puedan considerarse atractivos
para el sexo contrario”.
Se
prefería a recomendados por profesores de canto,
con posibilidades vocales para el cine parlante, que cada
día cobraba mayor importancia; no era necesario que
cantaran en inglés, bastaba el español. Los
candidatos posaban frente a la cámara sonriendo, gesticulando,
caminando, haciendo los movimientos indicados por el director,
para dar una idea de cómo trabajarían “en
el caso de que ya estuvieran interpretando una escena de
una película formal”.
La triunfadora podía ser acompañada a Hollywood
por su madre o por alguna persona del sexo femenino de su
afecto; el hombre debía ir solo. La Fox pagaría
los pasajes. Ambos debían firmar un contrato provisional
por seis meses antes de partir, prorrogable por cualquier
tiempo hasta cinco años, a juicio de la compañía.
Recibirían ciento cincuenta dólares semanales
durante los primeros seis meses; en caso de haber prórroga,
doscientos durante los siguientes seis meses; el segundo
año recibirían trescientos; el tercero, cuatrocientos;
el cuarto, quinientos y el quinto, seiscientos.
Seguramente que esta noticia despertará un enorme
entusiasmo entre la inmensa cantidad de muchachas mexicanas
y de amantes masculinos del cinematógrafo, que
seguramente desearán aspirar a puestos como los
que actualmente tienen en el mundo cinematográfico
Lolita del Río y Ramón Novarro. |
La prensa del momento recordaba a los aspirantes que la
Fox había lanzado a la fama internacional a Dolores
del Río con las películas El precio de
la gloria (What Price Glory?, 1926) y Los
amores de Carmen (The Loves of Carmen, 1927),
dirigidas por Raoul Walsh, quien años atrás
interpretara el papel de Francisco Villa joven en la película The
Life of General Villa, filmada con el guerrillero en
el estado de Chihuahua.
Flaherty
recibió solicitud por escrito de cerca de cinco mil
aspirantes y realizó pruebas a setenta candidatos
en los estudios de la México Film de Jesús
H. Abitia en Chapultepec, las envió a Hollywood para
que los directivos hicieran la selección. Los enviados
pidieron disculpas por no haber entrevistado a todos pero
debían sujetarse a las instrucciones recibidas. Regresaron
a Hollywood el jueves 4 de octubre de 1928.
Flaherty se enamoró del país. Aunque hasta el
momento no se conocen sus impresiones, ricas, variadas y profundas,
inspiraron años después al cineasta soviético
Sergei Eisenstein para filmar su película inconclusa ¡Que
viva México! y para escribir su cuento Toro
bonito, ambientado en el estado de Durango.
Las escogidas fueron Delia Magaña y Guadalupe Tovar;
al parecer ningún varón reunió los
requisitos. Delia era una figura conocida al trabajar los últimos
años en el teatro frívolo al lado del Panzón Soto: “creía
definido mi horizonte artístico en las representaciones
vernáculas, en los bailes excéntricos, en
alguno que otro papelillo dramático”. Pero
un día Roberto Pesqueira la presentó a Manuel
Reachi y a Adolfo Best Maugard; tres veces faltó a
la cita con Flaherty por timidez (“me encontré en
el salón con tantas muchachas bonitas y elegantes –casi
todas de la mejor sociedad de México–que temí un
desaire”). Delia asistió a la prueba y, en
la noche, el cineasta la invitó a un cabaret: “pidiendo
una botella de champagne, me dijo: ‘Magañita:
dentro de un año espero que usted me invite a su home de
Hollywood a tomar una copa de champagne’”.
Justo a las dos semanas recibió el contrato por
correo y partió para Hollywood. La otra seleccionada, Guadalupe Tovar (“graciosa
y ágil colegiala de dieciocho años, que
lleva en sus ojos negros, en su perfil afinado y en su
tez empalidecida, las características de nuestras
mujeres tropicales”), también narró sus
impresiones:
Yo estudiaba en
el Parque Lira el segundo año de labores
domésticas: bordado, corte, confección,
etcétera, y como hija de familia que soy,
mi vida transcurría sin grandes sobresaltos
entre mis alegrías de hogar y mis preocupaciones
de colegiala. |
El antepenúltimo día para el cierre
de la convocatoria, el director de Educación
Física la llevó a la prueba; sorprendida
por su triunfo, jamás pensó ser artista “y
menos de cine” (“estudié en la escuela
gimnasia rítmica y baile clásico; a mí siempre
me han atraído las cosas del hogar, y seguramente
va a constituir para mí un enorme esfuerzo adaptarme
a la vida inquietante del arte…”). Discutió con
sus padres, quienes accedieron; partiría acompañada
de su abuela, Lucy S. de Sullivan (“por conocer
el idioma y haber vivido ya en Norteamérica,
me hará más fácil la vida”).
Su madre, María Sullivan, era de ascendencia
irlandesa; su padre, Egidio Tovar, trabajaba en el
Departamento de Tráfico de los Ferrocarriles
Nacionales de México. Lupita nació en
Rincón Antonio, en el Istmo de Tehuantepec;
de niña, durante la Revolución, su familia
se trasladó a la Ciudad de México. Sorprendía
su sencillez.
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La partida de ambas para Hollywood coincidió con
los últimos días del gobierno del general
Calles, cuando los mexicanos fracasados habían pasado
a la historia, en la plenitud de la popularidad de Ramón
Novarro y Dolores Del Río y en el despunte de Lupe
Vélez y Raquel Torres. Delia Magaña regresaría
a México por su propia voluntad, por no haberse
adaptado al medio. Lupita Tovar, en cambio, filmaría
películas habladas en español y vendría
a México a filmar Santa en 1930, iniciadora
de la etapa industrial del cine mexicano.
Inserción en Imágenes: 16.02.07.
Foto de portal: Las divas Lupita Tovar y Delia Magaña.
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