Freddy Romero, in memoriam
Alberto Dallal
dallal@servidor.unam.mx
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Con enorme pesar para
el medio de la danza mexicana profesional, se recibió la
noticia del fallecimiento del bailarín y maestro Freddy
Romero, acaecido de manera imprevista en Belo Horizonte,
Brasil, en donde Romero visitaba a una de sus hijas. Padecía
una vieja dolencia pulmonar. Radicaba, junto con su esposa,
la también bailarina Bettina Bellono, nacida en Argentina,
en la ciudad de Buenos Aires.
Freddy Romero nació en Venezuela y llegó a México en los
años cincuenta, en pleno Movimiento Mexicano de Danza Moderna. Había
obtenido una beca para estudiar danza en 1956. Sus cualidades físicas
y su enorme vocación como bailarín de danza moderna lo obligaron,
como a muchos otros bailarines varones de la época, a asumir rápidamente
papeles principales en las obras de danza moderna y no pocas de danza clásica.
Sus estudios con los más destacados maestros (Guillermina Bravo, Carlos
Gaona, Anna Sokolow, etcétera) lo llevaron a la interpretación
de papeles notorios e importantes de las danzas de su momento histórico.
Era dueño, además, de un cuerpo imponente, de una brillante y lucidora
piel negra, una versatilidad muscular para, con pleno dominio, realizar la enorme
gama de papeles que la versátil danza mexicana de la época ofrecía.
Además, Freddy poseía un natural don de gentes que, por las notas
aparecidas en la prensa argentina, conservó hasta su muerte.
Freddy Romero cumplió cabalmente, para coreógrafas
y coreógrafos,
partes y estructuras enteras de obras que, en aquel momento, se convirtieron
en paradigmas de la danza moderna mexicana. En El paraíso de los ahogados de
Guillermina Bravo (1960), desempeñó varios papeles pero se le recuerda
como uno de los “perros” (junto con Valentina Castro) que conducen
a los ahogados al paraíso del Tlalocan (Ballet Nacional de México).
Bailó también en La pastorela de Raúl Flores Canelo
(1958), en Danzas de hechicería de Bravo (1961), en Luzbel de
Flores Canelo (1963), La portentosa vida de la muerte de Bravo (1964),
en Danzas primitivas de Carlos Gaona (1964), en Los bailarines de
la legua, de Bodyl Genkel (1964), en Ronda de Flores Canelo (1965),
en Cuatro en el foro, de Gaona (1965), en Juegos de playa de
Flores Canelo (ya en el Ballet Independiente). Asimismo, bailó en Canciones de
John Fealy (1967) y tomó arte en muchas obras de danza clásica.
Se le recuerda en El pájaro azul, junto con Socorro Bastida,
en Cuarteto de Nellie Happee, junto con Raúl Aguilar y Ruth Noriega,
entre otros, y en Encuentro de Happee en dueto con Ruth Noriega. Óscar
Araiz explica en La Nación, 20 de enero de 2006, que “Romero
y Bellono se trasladaron a Argentina en 1969, un año después de
que el propio Araiz creara el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín,
que los albergó durante muchos años. Participó en varias
jiras por Europa, interpretando, entre otros, el personaje de Teobaldo en Romeo
y Julieta, de Araiz. También tuvo intervención destacada en La
consagración de la primera, y fue el Cisne Negro de La reina
de hielo”.
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Fue maestro de varias generaciones. Impartió cursos en el Ballet
del Teatro San Martín y, más tarde, en 2000, cuando se crea la
escuela Arte XXI. Según Araiz y en consenso, Romero era “un artista
neto”. Cristina Banils afirma: “…un gran amigo. Y además
un excelente bailarín y mi maestro de técnica Graham. A mí lo
más fuerte que me pasó con él fue lo siguiente: teníamos
como costumbre terminar el día de trabajo y hacer clases entre nosotros.
Freddy propuso dar una clase de Graham y para mí significó un antes
y un después. Ese día pude hacer una síntesis de todos los
caminos del cuerpo que había trabajado por años. Seguimos trabajando
juntos, nos respetamos mucho como profesionales, nos quisimos mucho y yo también
quise mucho a sus hijos. Teníamos una relación de amistad, muy
personal. En cuanto a lo humano era alguien talentoso, profundo, muy vistoso.
Cuando venía de bailar con Alvin Ailey, volvía iluminado. Y también
era un gran maestro, que dejó una marca. Muchísima gente pasó por
sus manos y él era uno de los pocos que conservaba bastante puro el estilo
de trabajo, el único que seguía dando prolijamente la técnica
Graham. Tengo muchos recuerdos con él… Una anécdota:
me acuerdo cuando estrenamos Romeo y Julieta. Bailábamos con unas
capas de pieles en un verano calcinante y él solía tener baja presión.
Acostado en el suelo, teníamos que sacarle el abrigo entre todos y parecía
que se moría, al punto que tener que llamar a la ambulancia. Y cuando
le tocaba bailar, se paraba y salía al escenario espléndido,
como si no hubiera pasado nada.”
Después de trabajar varias décadas como bailarín profesional,
Freddy se estableció en Buenos Aires como maestro de danza. Allí,
con su familia, permaneció en contacto lejano con el medio de danza de
México y esporádicamente viajaba a Brasil en donde vivía
una hija suya. El 5 de enero de 2006, en uno de estos viajes, falleció Freddy.
La comunidad de la danza mexicana lo recuerda con admiración y afecto
y registra de nueva cuenta aquellas obras donde participó de
manera destacada.
Inserción en Imágenes: 25.01.06. |