Aurelio de los Reyes
dlreyes@servidor.unam.mx
 |
El 3 de abril de 1875 el emperador Francisco José,
para conmemorar el veinte aniversario de su exaltación
al trono, develó la estatua de su hermano Maximiliano,
promovida por los triestinos en testimonio de admiración,
afecto y agradecimiento al archiduque que eligió a
Trieste como su segunda patria, y de quien se guardaba
memoria de su magnanimidad, lo mismo que la de Carlota,
su esposa, al estar prontos a desembolsar unos florines
para socorrer a los necesitados, fuesen personas o instituciones.
Maximiliano externó con frecuencia, en público
y en privado, su amor por esa ciudad. Al partir el Novara rumbo
a México el 14 de abril de 1864, expresó al
gobernador de la ciudad, al acudir éste a despedirlo
junto con una gran cantidad de triestinos, sus sentimientos
hacia la ciudad, reiterados en una carta de su puño
y letra al vicealmirante de la marina austriaca Dahlerup: “Vine
joven entre ustedes, me es duro dejarlos, pero mi pensamiento
desde el otro lado del Atlántico regresará con
frecuencia al Adriático, a mi Trieste.” Dio
muestras de su generosidad al donar diez mil florines para
la pensión de seis suboficiales inválidos
de la marina; y cincuenta mil francos al municipio de Trieste
para instituciones de caridad, además de dejar instrucciones
a su jardinero de abrir a los triestinos su parque de Miramar,
todavía inconcluso.
Maximiliano fijó su residencia en Trieste en 1852,
a la edad de veinte años, para crecer y madurar
fuera de la corte de Viena. A partir del 16 de febrero
de ese año alquiló la villa Lazarovich, cerca
del castillo de San Giusto, donde permanecería hasta
su traslado a Miramar en 1859, primero al castelleto, y
un año después, en diciembre de 1860, a la
planta baja de su castillo de Miramar, construido como
una villa a corta distancia de Trieste, ciudad que escogió como
centro de operaciones para llevar a cabo reformas en la
marina, cuando su hermano lo nombró almirante de
la misma. Los triestinos se encariñaron con Maximiliano
porque lo vieron crecer, y Maximiliano con los triestinos.
 |
El 19 de junio de 1867 lo fusilaron en el cerro
de las Campanas de Querétaro. El 1 de julio llegó el
rumor a Trieste. Al día siguiente un periódico
informó “con el corazón afligido y
el dolor más profundo” sobre la última
noticia del máximo suceso del día, todavía
sin confirmar: “el trágico fin de Maximiliano,
emperador de México […]. Mientras no se pierda
todo hilo de esperanza sobre la suerte del augusto príncipe,
pues es de desear que todavía se conserve con vida,
no podemos menos que expresar la profunda y dolorosísima
impresión, que en todos los órdenes de nuestra
población hará la inesperada noticia.”
Dos días después el enviado imperial en Washington
confirmó la noticia a la corte de Viena. El 12 de
julio se celebraron las exequias en la amada ciudad de
Maximiliano: “El aspecto que presentaba esta mañana
nuestra ciudad, era la expresión del luto más
profundo, del más sentido pesar. Trieste consagraba
a la memoria del príncipe austriaco, emperador de
México, el más puro, el más espontáneo,
el más elocuente homenaje de veneración,
de gratitud, de llanto.”
De inmediato se creó un comité para erigirle
un monumento por suscripción popular (los contribuyentes
podían ser de cualquier nacionalidad), “digno
de la ilustre persona y de la ciudad en particular, por
los beneficios recibidos”. Contribuyeron no sólo
los triestinos; también los habitantes de todas
las provincias austro-húngaras, así como
reyes y funcionarios de otros países.
En 1871, cuando ya se tenían fondos suficientes,
el comité publicó una convocatoria para un
concurso para erigir el monumento. Se presentaron once
maquetas en yeso que circularon por varias ciudades austriacas
y alemanas en una exposición itinerante, antes de
exhibirse en Trieste. Ganó la propuesta del escultor
alemán Giovanni Schilling, profesor de la Academia
de Bellas Artes de Dresden, seguramente por expresar con
precisión la personalidad de Maximiliano a través
de figuras emblemáticas: sus inquietudes científicas,
humanistas, artísticas e incluso sus gustos personales.
El monumento mide nueve metros y tres centímetros
(tres de la estatua, sin el plinto). Hecho de bronce, con
excepción de la base, de granito rojo proveniente
de las vetas de Feriolo en el lago Mayor, surtido por la
empresa de F. Galli y Francini. El trabajo lo dirigieron
Giuseppe Röhlich y Franceso Pönninger en la fundición
artística de Viena; la Banca Triestina di Construzione
se responsabilizó de la ubicación del monumento
en la plaza Giuseppina (ahora Venecia), frente al mar.
En los años treinta los fascistas lo trasladaron
a Miramar, donde se encuentra actualmente.
El monumento representa a Maximiliano en traje de Almirante,
de pie; lo colocaron mirando hacia su villa de Miramar.
El significado de las cuatro figuras es interesante: en
cada uno de los ángulos representan los puntos cardinales:
el oriente, una dama entrada en años; el occidente,
una joven con la estrella de la mañana y un tridente;
el sur, un egipcio de la época de los faraones con
un ramo de hojas de palma en la mano y el norte, un hombre
con un gorro y un arpón y un ancla en las manos.
 |
En el alto relieve, la figura alada de la victoria
se encuentra al frente; a su derecha la marina de guerra,
a la izquierda el comercio representado por un camello
y, en la parte posterior, la ciudad de Trieste con Miramar
acompañados
de la Generosidad y de la Caridad. En los medallones, bases
del relieve principal, se hallan emblemas de la ciencia,
de la poesía, de las artes y de la industria. En
cada una de las caras, diversos epígrafes dictados
por el doctor Giovanni de Baseggio, miembro del comité que
promovió el monumento, delimitados en la parte superior
por guirnaldas formadas no con hojas de acanto y laurel,
sino con frutas, verduras y legumbres, tal vez los frutos
de la tierra preferidos por Maximiliano: bellotas, piñones,
fresas, chirimoyas, manzana, papaya, trigo, uvas, nueces,
calabazas, piñas, castañas, peras, plátanos,
maíz, entre otros. Destacan el maíz y la
piña; del primero, los sembradíos de los
alrededores de la Ciudad de México le recordaban
las regiones de Giulia, Friuli y Venecia donde todavía
lo cultivan intensamente; y la piña, le recordaba
tal vez el Brasil, porque la incorporó a la decoración
de su villa de Miramar después de su viaje a Portugal.
En este último conoció a
la princesa María Amelia, hija de Pedro II, emperador de
Brasil, de quien se enamoró, pero la muerte de ella
truncó su
proyecto de matrimonio. Incorporó a la piña
como una figura emblemática en la decoración
interior, en la tapicería, en las puertas; los portalámparas
de la estancia de acceso tienen esa figura. Para mí el
maíz no simboliza a México en el monumento
puesto que entre los triestinos había un sentimiento
generalizado en contra de nuestro país por el desenlace
de la aventura. Un pequeño friso alterna las figuras
de la mazorca de maíz con una flor de alcatraz.
Posiblemente Schilling investigó los gustos del
archiduque y, de acuerdo a la información recibida,
llevó a cabo la representación de los vegetales.
Es importante decir que en 1862, mucho antes de aceptar
el trono, envió una expedición a México
para investigar su cocina. Sin duda, de los once proyectos, éste
captaba más ampliamente la personalidad de Maximiliano,
de ahí que resultara el triunfador.
Inserción en Imágenes: 29.03.06.