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de archivos

El edificio del Hospital de Jesús

Eduardo Báez Macías, El edificio del Hospital de Jesús. Historia y documentos sobre su construcción, 2ª ed., México, Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, 2010

Hugo Arciniega Ávila*
huarav@prodigy.net.mx


En enero de 1960, hace ya medio siglo,(1) el diputado Antonio Castro Leal, legislador por el Distrito Federal, alzó la voz ante el Congreso de la Unión para denunciar la inminente ampliación de las calles de Pino Suárez y de Tacuba, ejes fundamentales de la traza antigua de la Ciudad de México. El Regente de hierro, Ernesto P. Urruchurtu, consideraba indispensable esta medida para agilizar el tráfico vehicular en una urbe de cinco millones de habitantes. Entre las construcciones que se verían afectados estaba la fachada principal del hospital de la Limpia Concepción de María y de Jesús Nazareno, el primero del continente americano y uno de los más antiguos del mundo que se conservaban en pie. El inmueble ya había visto afectada su extensión con la apertura de la avenida 20 de noviembre. Pese a la intercesión de Jaime Torres Bodet, entonces secretario de Educación Pública, nada pudo concretarse en su defensa, ya que los miembros de la Comisión de Monumentos testificaron que el ala a suprimir era de reciente construcción y que no tenía las cualidades y categoría necesarias para ser considerada un monumento nacional. A través de la Dirección de Obras Públicas, Uruchurtu reviró: “El diputado Castro Leal no pretenderá con sus frecuentes declaraciones condenar a la inactividad al Departamento del Distrito Federal.”(2) El poder se ejerció otra vez y cuadrillas de obreros echaron por tierra un ejemplo único en la historia de la arquitectura novohispana.

           Desde el exterior, sólo podían verse los paramentos de mampostería forrados con láminas de tezontle, ya que el edificio continuó modificándose durante las primeras tres décadas del siglo XX. Al nivel de la calle se abrían las cortinas metálicas de los negocios comerciales, y los vanos superiores también habían sido alterados en su ubicación y proporciones;(3) sin embargo, en el interior, la enfermería que se extendía en dirección norte sur se conservaba en su totalidad.
           El primer valor que encuentro en el libro El edificio del Hospital de Jesús. Historia y documentos sobre su construcción consiste en que en sus páginas el autor conjunta lo perdido en 1960 y en periodos antecedentes con lo que ha logrado sobrevivir del edificio hasta el día de hoy. Esto con el fin de que el lector comprenda a cabalidad la trascendencia de una institución fundada para el alivio de las enfermedades del cuerpo y el cuidado de las del alma; un mecanismo pétreo para la expiación de las culpas, puesto en marcha por el conquistador Hernán Cortés; ex voto monumental, testimonio de gratitud por los favores recibidos; espacio para el desarrollo de las ciencias médicas en las tierras que también acogieron a la imprenta y a la Universidad, y un centro para el desarrollo de las artes, ya que aquí, como nos explica el doctor Báez, confluyen la arquitectura, la escultura y la pintura.


           Una atenta revisión del extenso fondo documental, que para su mejor resguardo fue conducido al Archivo General de la Nación, da sustento a la reconstrucción que realiza el autor del complejo y dilatado proceso de edificación de este conjunto arquitectónico. A través de los seis capítulos que integran la obra el lector se adentra en tradiciones que eran frecuentes durante el virreinato. Por ejemplo, sacar a concurso los proyectos mediante pregón público, costumbre gremial que la Academia de San Carlos fue socavando a partir de la instalación del primer director de Arquitectura. Otro aspecto que me parece interesante es la relación entre el comitente, el administrador de los marqueses del Valle de Oaxaca, y los diferentes alarifes que quedaron al frente de las obras, desde los más conocidos, como Claudio de Arciniega, Cristóbal de Medina Vargas y Francisco de Guerrero y Torres, hasta nombres que habían permanecido en la casi total oscuridad, como el italiano José Bezzoni. Se confirma, por otra parte, la buena calidad de los trabajos emprendidos por los maestros indígenas; es el caso del cantero Martín Lázaro.
           Un texto rico en referencias, no omite mencionar la proveniencia de los materiales constructivos, las canteras en donde se cortaban los sillares y los tambores que jerarquizaban los accesos y ponían límite a los espacios. A pesar del desinterés mostrado en no pocas ocasiones por los intendentes, la edificación y formación de los diferentes ámbitos aparecen como una práctica ordenada en la que se van sucediendo las acciones emprendidas por diferentes gremios: ya los canteros, ya los carpinteros de lo blanco, ya los pintores y los herreros. Porque, congruente con su visión de la historia del arte, el  doctor Eduardo Báez recorre desde las portadas de la iglesia nueva hasta la todavía rica pinacoteca, y elige a la Purísima Concepción, de Alonso Vázquez, como “la mejor pintura que se conserva en el hospital”.(4) Sin discriminar periodos e ideologías, anota sobre la intervención de José Clemente Orozco: “Creo que este mural, aunque tardíamente, introdujo en la decoración del hospital una nueva y realista noción sobre el dolor humano, desnudo y lacerante, nunca mitigado, que el arte colonial, fiado y creyente en la infalible intervención divina, no podía alcanzar.” (5) Ante las fachadas funcionalistas que envuelven ahora los patios, prefirió guardar un prudente silencio.


           Más de 300 años de construcción y reconstrucción dan cuenta de la lucha permanente entre el hombre y su medio. Cortés solventó con sus propios recursos la decisión de establecer la capital del Virreinato sobre el lago en que habían fundado la propia sus adversarios. Las inundaciones inutilizaron en varias ocasiones las dependencias ubicadas en la planta baja del hospital; los frecuentes sismos dañaron la bóveda de la iglesia; la debilidad de los suelos lacustres derivó en tareas permanentes de rectificación de los paramentos y en la sobreposición de pisos que terminaron por deformar las proporciones y la geometría asignadas a las arquerías. A la larga, era tan costoso edificar como mantener en pie lo edificado.
           La necesidad de publicar una segunda edición de El edificio del Hospital de Jesús obedece a la relevancia histórica y artística de un conjunto arquitectónico que a pesar del tiempo mantiene la función que le dio origen, así como parte de su acervo, incluidos los retratos de don Hernando y de su hijo Martín. Duras lecciones nos han enseñado que la  mejor forma de conservar el patrimonio cultural consiste en difundir sus valores. Ésta es una de las tareas de la Universidad. El libro, como medio de comunicación, sigue cumpliendo ese cometido. Hace cinco décadas, durante el cincuentenario de la Revolución mexicana, los urbanistas del régimen dilucidaron que la mejor forma de conmemorar aquel aniversario era cruzando la ciudad antigua con dos grandes avenidas. Entonces, Antonio Castro Leal tuvo que recurrir a la fascinación por la cultura estadounidense para construir su argumento:
            “Quien conozca la psicología de los norteamericanos y el criterio y la práctica de las administraciones municipales yanquis, sabe muy bien que en los Estados Unidos ese monumento se conservaría con la mayor devoción, con el más legítimo orgullo, felices de mostrar algo que probara dignamente su pasado ilustre. En cambio aquí en México somos más valientes: lo derribamos para que quepan dos filas más de automóviles.”(6)


           En el presente, para impedir la destrucción de este legado se cuenta con los argumentos derivados de los estudios sobre la arquitectura hospitalaria, (7) de la que el libro aquí comentado constituye un ejemplo magnífico, sobre todo en el apartado dedicado a explicar el origen de la planta arquitectónica.
           Para mí, como alumno de Eduardo Báez Macías, ayer en las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras, hoy en los pasillos y cubículos del Instituto de Investigaciones Estéticas, esta segunda edición representa, además, un justo reconocimiento a un universitario ejemplar que en sus textos, en su cátedra, en las sesiones dedicadas a la corrección de tesis, y en los exámenes de grado, me ha enseñado que una investigación seria requiere de rigor, crítica y continuas visitas a los archivos; que la arquitectura, en especial la religiosa, no es sólo forma, es sobre todo contenido, y que no se debe temer a una imaginación bien encauzada. Esto último lo pone por escrito:
            “Repartidos sobre los muros colgaban otros lienzos: la Virgen del Rosario, San Cayetano, San Buenaventura, la Inmaculada Concepción, la Virgen de la Luz, la de Guadalupe y la de Belem. En el coro, un gran lienzo con varios santos. Así era el interior del templo en sus mejores épocas. Qué triste contraste con la desnudez actual al imaginarlo, según la descripción del inventario, con quince retablos adosados a sus muros, más de un centenar de lienzos y numerosas esculturas estofadas. ¿Dónde quedó esa atmósfera interior, de luz atomizada por los destellos de sus santos estofados y sus maderas doradas? Pues con excepción del mayor, que era neoclásico, todos los demás debían ser barrocos, salomónicos y estípites, aunque ya estaban viejos, con esa vejez que hace las cosas más misteriosas y respetables.” (8)


           El hospital de Jesús en la Ciudad de México mantiene un enorme significado como ejemplo notable de la arquitectura mexicana. Vasto conocimiento construido a partir de los teoremas del tratadista novohispano fray Andrés de San Miguel, con los dibujos del arquitecto Antonio González Velázquez. Monumento cercano a los senderos y ermitas de los Santos Desiertos de Cuajimalpa y Tenancingo, pero sobre todo situado en una urbe en continua transformación. Para entrar en él, tres peldaños lo separan de la calle.


Inserción en Imágenes: 14.09.10.
Imagen del portal: Hospital de Jesús. Patio, planta alta.
Ilustraciones tomadas del libro El edificio del Hospital de Jesús. Historia y documentos sobre su construcción.




   
Instituto de Investigaciones Estéticas
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO